Sin buena fama social, ni tampoco futbolística en Europa, las ventanas internacionales acontecidas a lo largo de los dos últimos años están sirviendo para que Rumanía vuelva a hacerse notar en territorio UEFA. Y lo está consiguiendo de la mano de futbolistas que no cuentan con reflectores porque, prácticamente, ninguno juega en las cinco ligas más potentes de Europa. Pero no por ello es adecuado hablar de ausencia de nivel. En Transilvania y sus alrededores se están aglutinando, además de una generación veterana pero aún competitiva, dos camadas de jóvenes que ya vienen dando que hablar en categorías inferiores y que prometen guerra con la absoluta más pronto que tarde. Europa está volviendo a situar a los Cárpatos en el mapa. Y eso ya es mucho decir.
Esto lleva a pensar que algo está pasando en su fútbol formativo y, si tiramos del hilo, mientras nos alejamos del tópico que dice que “en Rumanía solo saben dar patadas a la tibia”, encontramos la respuesta. ¿Cómo se explica que en 2012 el Viitorul Constanța jugase en la segunda división del país y que solo cinco años después se proclamara como campeón de la Liga I rumana? Quizá parezca una mala respuesta, por aquello que dicen de que una pregunta no puede ser contestada por otra. Pues bien, esa ansiada respuesta sirve para ambas cuestiones y, a su vez, tiene dos vertientes. La más rápida es decir que el club fue comprado por Gheorghe “Gica” Hagi, pero, si indagamos un poco más, comprobamos también que su gestión no dio frutos únicamente a golpe de talonario.
Mucha culpa de ello la tiene la academia formativa que porta su nombre dentro del club, por la cual han pasado multitud de jóvenes talentos que están ahora haciendo carrera y que, los más fieles al Europeo sub-21, identificaran fácilmente: su hijo Ianis Hagi (Rangers), Florinel Coman (FCSB), Cristian Manea (Cluj), Tudor Băluță (Dynamo Kyiv), Alexandru Cicâldău (Universitatea Craiova), Radu Boboc (Viitorul Constanța), Dragos Nedelcu (FCSB) o Andrei Ciobanu (Viitorul Constanța) fueron semifinalistas en la edición de 2019.
Y, de la nueva hornada, encontramos a Alexandru Matan (Colombus Crew), George Ganea (Viitorul Constanța), Marco Dulca (Chindia Targoviste), Catalin Itu (Cluj), además de repetir Boboc y Ciobanu –con mayor protagonismo–, que están disputando ahora el Europeo sub-21. Y, por si fuera poco, de camino rescatamos los nombres de Răzvan Marin (Cagliari), Nemanja Radonjić (Hertha Berlin) o Florin Tănase (FCSB). Casi nada. Todos ellos siendo la columna vertebral de dos generaciones que vienen poniendo patas arriba el campeonato de Europa sub-21, y que se han forjado en las inferiores de un Viitorul Constanța al que, aunque sea un club vendedor, no se le puede negar que esté ejerciendo como la cantera de la selección rumana del presente y del futuro.
De hecho, es más presente que futuro. Porque, mientras la segunda hilada de jóvenes ha vuelto a alzar la voz como «tapada» del Europeo sub-21 de 2021 –dirigidos por el mítico Adrian Mutu–, la absoluta no solo está compitiendo en el clasificatorio rumbo al Mundial 2022, sino que tiene bastantes papeletas para ser segunda de grupo y disputar así la repesca que repartirá boleto a Qatar. Está encuadrada con Alemania –muy favorita–, la República de Macedonia del Norte que viene de clasificarse a la Eurocopa por primera vez en su historia, Armenia, Liechtenstein y una Islandia en crisis.
Su propuesta no es demasiado vistosa en la absoluta –sí en la anterior sub-21–, pero tiene las ideas bastante claras. A pesar de contar con un elemento excelente en salida de balón como Vlad Chiricheș, no es un plantel con mucha paciencia de elaboración. La consigna es clara: verticalizar el juego en cuanto se pueda para encontrar a las figuras de una delantera que ya cuenta con la presencia de Ianis Hagi (Rangers) y George Puşcaş (Reading) –jugadores más destacados en la Sub 21 de 2019–, además de Claudiu Keșerü (Ludogorets), Florin Tănase (FCSB) y Dennis Mann (FCSB -> Parma desde enero). El primero, es el actual segundo máximo goleador en la Parva Liga búlgara, con un promedio de gol por partido; mientras que los del FCSB –antiguo Steaua Bucaresti–, promedian en torno a un gol cada 110 minutos. Tal es la dinamita que acumula el equipo arriba que, Nicolae Stanciu, trequartista clave en el Slavia Praha que viene de meterse entre los ocho finalistas de la presente Europa League, juega como mediocentro más posicional, conformando un doble pivote más vertical que creativo en el combinado nacional absoluto.
La solidez de un equipo que muestra grietas a la hora de adelantar líneas y presionar en campo rival, será lo que marque la diferencia entre ser o no ser. Aunque la Eurocopa 2020 no podrá vislumbrar a una de las selecciones que mayor crecimiento viene mostrando, en el camino espera un hipotético octavo Mundial en su historia. Y es la propia historia la que dictamina que este país no solo ha disputado más Mundiales (7) que Eurocopas (5), sino que también los ha competido mucho mejor. El listón está alto, con cinco clasificaciones a unos octavos de final y, una de ellas (USA 94´), siendo cuartofinalista con el propio Gheorghe Hagi a la cabeza, portando el `10´. Por mucho que haya colgado las botas, “Gica” nunca ha soltado ese brazalete de capitán.