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Ha llovido a cántaros desde el 2013 en el Westfalenstadion. Tanto es así que, por aquel entonces, Jürgen Klopp era quien todavía se sentaba en el banquillo local. Y lo hizo construyendo un proyecto que llegó a la cumbre con los Black & Yellow plantándose, contra todo pronóstico, en una final de Champions, bajo un estilo ultrarreconocible. Aquel 25 de mayo, en Wembley, su Borussia Dortmund cayó ante el gigante de Baviera, a pesar del gol que coronaba la temporada de un Ilkay Gündoğan que ya ejercía como metrónomo de su equipo con solo 22 años. Después de aquel curso quedó muy claro que allí había un mediocentro para rato pero, tras una grave lesión y consecuencia de las cosas que ocurren en el fútbol moderno, el turco-alemán acabó emigrando hasta Manchester, dejando desierta una demarcación que no ha encontrado un actor candidato al Oscar desde entonces.

De hecho, ni siquiera halló un mediocentro que llegase a estar cerca de la nominación. Las esperanzas con Julian Weigl, como ocurre con todo jugador joven de buen trato de balón, fueron altas nada más debutar. Pero aquello que parecía una tormenta de fútbol asociativo, finalmente, quedó en agua de borrajas. Ni siquiera el retorno del hijo pródigo, Nuri Şahin, pudo emular mínimamente el nivel mostrado por la actual estrella cityzen. Además de los dos mencionados centrocampistas, ni Sven Bender, ni Kevin Kampl, ni Gonzalo Castro, ni Sebastian Kehl, ni Mikel Merino, ni tampoco Sebastian Rode consiguieron estar a la altura de lo que demandaba un equipo donde por delante jugaban grandes atacantes de la talla de Marco Reus, Aubameyang, Ousmane Dembélé o Pulisic. Fueron malos tiempos para el centro del campo Borusser, hasta el punto de que hubo que experimentar de vez en cuando con Raphaël Guerreiro abandonando su parcela de lateral izquierdo para dotar de criterio asociativo a esa medianía del terreno de juego.

Sin embargo, en la línea de 3/4 siempre ha habido un overbooking de jugadores muy talentosos que sí parecían ser esos dibujantes de último pase que todo equipo dominante al contragolpe debe tener en sus filas. Henrikh Mkhitaryan, Shinji Kagawa, el mencionado Marco Reus o Julian Brandt recientemente, piezas que se vieron obligadas en muchos casos a actuar como interiores para paliar la falta de creatividad en un mediocampo que; indistintamente de si era 4-3-3, 4-2-3-1 o sistemas con tres centrales, no respondió a las necesidades colectivas. Por eso el Borussia Dortmund ha sido un equipo que ha intimidado más los últimos años desde el descontrol y la transición, que desde el dominio de encuentros que transcurriesen a un ritmo pausado.

Pero, poco a poco y sin jugadores de gran cartel, eso está cambiando. Empieza, incluso, a ser un tópico erróneo considerar que el Borussia Dortmund no tiene una medular variada y competitiva. En parte, porque con Haaland, Sancho y compañía, el ruido mediático siguen provocándolo los que actúan por delante. Sin tampoco ser un capo, sino más bien un guardaespaldas, Axel Witsel era el único indiscutible en esa posición a principio de temporada. Paradojas del balompié, la grave lesión del belga a principios de 2021 significó una ostensible mejora del resto de operarios. Y si en algo hay que destacar la labor de Edin Terzić como interino, precisamente es en haber recuperado para la causa a varios centrocampistas en los que no se confiaba demasiado durante la era de Favre y que ahora parecen ser de gran utilidad para un Marco Rose que, con su desembarco, promete aumentar el espectáculo en la diligencia organizativa.

Probablemente, Thomas Delaney fuese el mejor distribuidor en la etapa de Favre, pero no dejaba de ser un centrocampista que donde más diferencias marcaba era en la salida de balón, permitiendo a su equipo sortear presiones con mayor facilidad. A ese equipo, salvo por los chispazos de un Jude Bellingham que aún estaba en proceso de aclimatación, le faltaba demasiada creatividad para dominar partidos donde los rivales activasen el bloque por detrás de la línea de la pelota. Y ese ha sido el gran triunfo de Terzić, exprimir la materia prima que tenía para minimizar el eterno déficit del Borussia Dortmund. Bien es cierto que lo hizo abandonando la línea de tres centrales para sumar un efectivo más al mediocampo –desprotegiendo defensivamente al equipo–, y que por el camino se ha perdido la mejor versión de Gio Reyna en la mediapunta –el habitual 4-1-4-1 perjudica al estadounidense–, pero ahora el equipo aúna algún registro más que el contragolpe. Y también es más sólido, aunque para ello haya renunciado a la presión alta en muchos encuentros.

¿Cómo ha logrado eso? Primeramente, manteniendo la sangre fría de Delaney, aunque este luzca menos. O, mejor dicho, con sus socios luciendo más. En segunda instancia, haciendo que Bellingham, a sus 17 años, sea mucho más consistente e influyente en los partidos, coincidiendo con un momento de desconexión total en el Borussia Dortmund. Un punto de inflexión que ha ido de la mano para jugador y equipo. Terzić le ha dotado de libertad para conducir, para descolgarse en ataque e, incluso, para pisar línea de fondo o finalizar jugadas desde la frontal del área, pero sin que eso signifique descuidar sus obligaciones defensivas. Y, también, recuperando una versión competitiva de Emre Can para labores de contención, utilizándolo, inclusive, en cualquier demarcación de la defensa –tanto en línea de tres centrales, como mayoritariamente de cuatro–. Su temporada no puede reducirse a salir retratado en la eliminación de Champions, por su penalti cometido en la vuelta ante el Manchester City.

Aunque si hay un futbolista que ha resucitado con el cambio de técnico, ese sin duda es de origen sirio, vivía en el ostracismo, se llama Mahmoud Dahoud y es quien más ha elevado recientemente el nivel colectivo. Por su conducción y, especialmente, por la agresividad para filtrar balones verticales y romper una o dos líneas de presión. Antes, por muchas ventajas que hubiese por delante de la línea de la pelota, no se les habilitaba con la misma precisión. Ahora está el ex del Gladbach. Y, está, siendo más productivo que vistoso, algo que en clave Rose suena especialmente bien. Llamativo que esté recuperando su mejor versión actuando como mediocentro único en algunos encuentros, para así poder ser el director de orquesta que vea la jugada de cara.

Venimos de varias temporadas donde el doble pivote del Borussia Dortmund no estaba al nivel del resto del bloque. Y, aunque en las eliminatorias de la máxima competición continental no lo haya parecido, la 20/21 tampoco estaba escapando de su nueva normalidad, una donde el Borussia Dortmund no manejaba los tiempos desde que Gündoğan cediese el testigo. Si de todo lo malo hay que sacar algo bueno, por aquello de no remar a contracorriente del positivismo en los tiempos que corren, lo cierto es que cuanto más oscura se le ha puesto la temporada al cuadro Borusser, más se han reivindicado sus mandatarios en la sala de máquinas.

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Iñaki María Avial
Periodista · 1997 · España | Kaká me enseñó desde San Siro que en el fútbol la magia importa, Gerrard se fue a Estambul a confirmarme que la mentalidad prevalece. También soy `Chiellinista´. Delante de un micrófono, como dijo Michael Robinson, "estoy muy ocupado, pero no siento que esté trabajando".

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