Esto será un texto adornado, pero sin alardes. Como el fútbol que está en proceso de practicar Lucas Tolentino Coelho de Lima, más conocido como Lucas Paquetá, por haber nacido en la isla de Paquetá –en una bahía de Río de Janeiro–. Un talento descomunal que, tras ser uno de los grandes socios de Vinicuis Jr en Flamengo (2016 – 19), aterrizó con 21 años en la ciudad de Il Duomo portando el cartel de salvador, pero vio como en apenas un año pasó a ser uno de tantos juguetes rotos por el AC Milan pre-Pioli. Sin embargo, aquel diamante que desembarcó en el viejo continente a cambio de 35M, fue uno de esos casos como los Locatelli, Bonaventura, Ocampos o André Silva; que lejos de desvanecerse por los atropellos a los que nos enfrentamos en la era de la inmediatez, ha decidido revelarse y frotar la lampara en el Olympique Lyonnais de Peter Bosz. Y la está restregando tanto en este inicio de 21/22, que hasta el genio de Aladdín ha venido a visitarle, quién sabe si para quedarse dentro del “10”. Aunque por ahora no le hemos visto sobre una alfombra, un indicio alentador es que su perilla nos resulta familiar.
Lo curioso de este Paquetá es que, a diferencia de la mayor parte de los jóvenes talentosos –porque aún tiene 24 veranos, y el último ha sido de aúpa–, está explotando definitivamente desde la demarcación de extremo o “falso 9”. Desde sus inicios en la élite, ha venido siendo ese jugador tan polivalente que acaba traduciéndose en indefinición. Interior, volante mixto, mediapunta, extremo o “falso 9”, y todo por ambas bandas. Actuando en aquel lugar que más potenciase a sus compañeros, en vez de ser una piedra angular sobre la que construir a su alrededor. Y, por calidad, estaba llamado más a lo segundo que a lo primero. Pero entró en ese bucle de lucir su habilidad a cuenta gotas, siendo más de jugadas que de juego, de no resultar por ello cabeza de proyecto, y que eso desembocase en un Paquetá de fogonazos. Así sucesivamente. Pero el fútbol y la vida muchas veces va de paciencia, y en más ocasiones de las que pensamos, un paso atrás puede llevarte a dar tres o cuatro al frente. Tanto, que cuando la mayor parte del planeta fútbol se debatía entre la falta de fe o en mantener un halo de esperanza imaginando un Paquetá cerebral, vino Peter Bosz con un saco de peloteros bajo el brazo y le dijo al `trequartista´: “Tú te vas a encargar de marcar las diferencias en el último tercio”.
Guimarães, Caqueret y Aouar ya comparten una sala de máquinas de esas que, en unos años, invitan a reflexionar sobre qué habría pasado si hubiesen jugado juntos unos años más. Y aún estamos a tiempo. Porque el potencial de Paquetá, unido al de estos tres virtuosos del balón, está para dominar eliminatorias Champions de aquí a nada. Bruno y Maxence cuentan con un suculento arsenal de envíos, de todos los colores, cada cual más dañino para el adversario. El primero, con un máster en cambios de orientación y desplazamientos en largo; el segundo, con un doctorado filtrando en vertical. Y luego está Houssem, un bailarín entre líneas, –cuando le da por danzar, claro–.
Análisis sobre el Lucas Paquetá que llegó a Europa, con Miguel Quintana y Rafa Medel.
El caso es que, como cabría esperar, el técnico neerlandés se ha apuntado a eso de implementar un 4-3-3 o 4-2-3-1 con mediocampo a tres alturas. Y aunque sea más que probable ver a Paquetá de vuelta al lugar de Caqueret o Aouar cuando estos falten, parece que mientras esté el `XI´ tipo, él será extremo o falso “9”. Y en Brasil estamos viendo una película muy parecida, aunque Tite viene siendo más de 4-2-3-1 con Neymar libre en la mediapunta y Paquetá recostado en la izquierda –mezclando mucho y bien entre sí–, mientras que Bosz es más de lucir al carioca desde derecha, a pierna cambiada. Independientemente de sistemas y roles, lo evidente es que es un superdotado posicional y técnicamente –de hecho, lo primero probablemente no sucediera sin lo segundo–, un regateador de esférico cosido al pie, capaz de desequilibrar muchas veces durante un partido en el que no tira un solo desmarque de ruptura.
¿Qué cómo consigue eso? Pues, “muy sencillo”. Con una orientación corporal diferencial, un fabuloso uso de su cuerpo para girar (1´80 cm y ciertamente corpulento), dominio de absolutamente todas las superficies del botín izquierdo, recursos técnicos a mansalva para sortear rivales en un metro cuadrado y un cinismo llamativo por lo bien que esconde sus intenciones. Si da muchos toques es porque considera que así puede sacar ventajas atrayendo rivales y liberando compañeros, cosa que no quita lo bien que toca de primeras. Y que no corra frecuentemente no significa que no pueda correr, porque cuando toca defender, defiende. Y si hay que contragolpear, contragolpea. Pero si le dan a elegir, él la quiere al pie –y/o sus entrenadores quieren que la quiera al pie–. La quiere para acariciarla varias veces, porque ama el sentido del tacto. Lo estima hasta tal punto que hoy queda un día menos que ayer, y mañana quedará un día menos que hoy, para que Lucas Paquetá se lleve el balón a casa sin querer. Qué culpa tendrá él de haber nacido con dos imanes en vez de pies.